Este fin de semana, como unos cuantos antes, he pasado en casa, no he salido para nada y me he dado cuenta de muchas cosas. He tomado esto como una conversación conmigo misma, un análisis minucioso de todas mis rutinas y mis costumbres algo hartas en muchas ocasiones.
Soy yo la que se levanta a la hora que el cuerpo le responda a la hora de sentarse en la cama, no es fácil aclarando que nunca me duermo antes de las 12 y que más por estos días no me acuesto antes de las 2am. Finalmente después de estar despierta empiezo con una serie de adicciones rutinarias que he empezado días antes y que no me duran más de una o dos semanas. Por ejemplo hacer ejercicio antes de salir del cuarto y tender la cama con una perfección que me impidan las ganas de volver a acostarme. Enseguida salgo a la sala y solo saludo al que esté por ahí. Ni siquiera desayuno, porque es esa parte de la mañana la que más detesto. El apetito ni por más que quiera, logra aparecer en las mañanas y muchas veces decido a que sea el almuerzo mi primera comida del día. Tengo manías únicas con sus teorías validas pero peculiares como por ejemplo cepillarme los dientes con la boca cerrada, porque con la boca abierta se hace mucha bulla. O poner la alarma del celular, aún sabiendo que no me voy a levantar con el sonido de ésta. O sentarme al lado izquierdo del sofá para una mejor visión. O no prender el TV en las horas de la tarde porque los programas huecos son siempre la misma basura. Y cosas que solo yo he aprendido a entender. Siempre he intentado a toda costa ser una persona disciplinada y sé que lo podría lograr pero no consigo la formula. De todas formas, aunque con muchos defectos, soy como soy e irremediablemente no podré cambiar a menos que algo trascendental pase en mi vida.
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